viernes, 15 de abril de 2011

Ensayo de un niño americano de origen cubano.


En la clase de español, la maestra les pide a los niños que escriban un ensayo de tema libre y un niño escribe lo que sigue:

Cuba es una palabra SAGRADA. Es la palabra que más yo he oído

en mi vida. Creo que las primeras palabras que oí al salir del vientre

de mi madre fueron las de mi abuelo gritando: ¡Qué viva, llegó al mundo otro cubano!

Cuba es una palabra que, cuando el noticiero la menciona, yo sé que me tengo que quedar calladito, porque si no me callo, tengo que oír a toda la familia regañándome y diciéndome: ¡Cállese la boca, muchacho, que están hablando de Cuba!

Y si es en la televisión americana que mencionan la palabra 'QUIUBA', ya yo sé que tengo que atender y estar listo para traducir, porque el abuelo inmediatamente, como un resorte, me va a preguntar:

A ver, a ver, ¿qué están diciendo de Cuba, mijo?

Pero a mi alrededor Cuba no es una palabra. Cuba es como un credo, como una religión.

Tal parece que todos en mi casa tienen a Cuba en un altar. Cuba es una obsesión.

Yo me imagino que hasta el agua bendita de las iglesias debe de provenir de algún río de Cuba.

Con lo fuerte que es mi abuelo, y con lo mucho que me ha repetido en mi vida que 'los hombres no lloran', yo lo he visto llorar a él algunas veces mientras me hablaba de Cuba.

Cuba es como una sombra que me sigue a todas partes. Cuba está en las conversaciones, en las discusiones, en las fiestas, en los velorios, en los periódicos que lee mi abuelo, en forma de islita en una cadenita que me regaló mi abuelita, y hasta en la fiesta de quince años de mi hermana.

Tener la sangre cubana, esa que tanto mi abuelo me dice que yo tengo, es muy bueno, porque me permite ir a McDonald's y a Burger King, y después llegar a la casa y comerme unas croquetas y un batido de mamey, puedo disfrutar de la música de aquí y al mismo tiempo me encanta cuando oigo a Celia Cruz diciendo: ¡Azucaaaaaa!

Mis compañeros de colegio tienen una sola patria, yo tengo dos: la mía y la de mis abuelos.

Ellos tienen sus héroes nacionales, yo tengo los míos y los de mis abuelos. Es más, mis compañeros de colegio no tienen el privilegio de saber quiénes fueron José Martí, Antonio Maceo o Máximo Gómez. Y yo sí sé quiénes fueron porque mi abuelo me lo ha enseñado.

¿Qué dónde está Cuba? Si alguien me lo pregunta, yo le señalaré con el dedo índice el pecho de mi abuelo. Olvídense del mapamundi.

Ahí está Cuba, ¡en el corazón de mi abuelo! Pero mi abuelo y yo no siempre estamos de acuerdo en lo que es Cuba...

Para mí Cuba es José Canseco y para él es Orestes Miñoso; para mí Cuba es Andy García y para él es César Romero; para mí Cuba es Gloria Estefan y para él es Olga Guillot; para mí Cuba es Willy Chirino y para él Barbarito Diez.

Para mí Cuba es la Salsa. Para él Cuba es rumba y guaguancó.

Cuba, según el mapa de este colegio, está en el Caribe, pero la verdad es que Cuba está en mi hogar..

Cuba está dentro del refrigerador de mi casa. Cuba está en el patio de mi casa,

en las matas de aguacate y de guayaba que sembró mi abuelo.

Cuba está en el almuerzo que me prepara mi mamá y en el café que cuela mi abuela.

Y no sé la calificación que recibiré por esta composición, pero no me importa.

Yo estoy contento porque estoy seguro de que mi abuelito, con lágrimas en sus ojos, me dará una A.

Un cubanito.

viernes, 8 de abril de 2011

YO TE JURO


Cuando estés triste... Secaré tus lágrimas.

Cuando tengas miedo... calmaré tus miedos.

Cuando estés preocupado... te daré esperanza.

Cuando estés confundido... te ayudaré a encontrar tu camino.

Y cuando estés perdido... y no puedas ver la luz, yo seré tu faro… Brillando radiante.

Este es mi juramento... que sostengo hasta el final.

Que más podrías pedir... Si tú eres mi amigo.

Firma: Dios.

La FE de Tere.



Una pequeña niña fue a su habitación y sacó un frasco que estaba escondido en su closet.
Esparció su contenido en el suelo y contó con cuidado. Tres veces, incluso. El total fue contado a la perfección.
No había cabida a errores.
Con cuidado regresó las monedas al frasco y cerró la tapadera, salió sigilosamente por la puerta trasera y caminó 6 cuadras hasta la Farmacia.
Esperó pacientemente a que el farmacéutico le prestara atención, pero estaba muy ocupado por el momento.
Tere movió sus pies para que rechinaran sus zapatos. Nada.
Se aclaró la garganta lo más fuerte que pudo.
No sirvió de nada, finalmente tomó 25 centavos del frasco y tocó en el mostrador de cristal. ¡Con eso fue suficiente!

- ¿Y qué es lo que quieres? -le preguntó el farmacéutico con tono de disgusto en la voz. Estoy hablando con mi hermano que viene de Chicago y no lo he visto en años- le dijo el farmaceutico.

- Bueno, quiero hablarle acerca de mi hermano -le contestó Tere, con el mismo tono de impaciencia- El está realmente muy, muy enfermo . . . y quiero comprar un milagro.

-¿Perdón? -dijo el farmacéutico.

- Su nombre es Andrés y algo malo ha estado creciendo en su cabeza y mi papi dice que solo un milagro puede salvarlo, ahora dime: ¿cuánto cuesta un milagro?.

- Nosotros no vendemos milagros aquí, chiquita. Lo siento pero no puedo ayudarte -dijo el farmacéutico, con voz suave.

- Oye, tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré lo que falte. Solo dime cuanto cuesta.

El hermano del farmacéutico que era un hombre muy bien vestido intervino y lepreguntó a la niñita:
- ¿Qué clase de milagro necesita tu hermano?.

- No sé -replicó Tere, con los ojos muy abiertos- Yo solo sé que está muy enfermo y mami dice que necesita una operación. Pero mi papi no puede pagarla, por eso quiero usar mi dinero.
- ¿Cuánto tienes? -le preguntó el hombre de Chicago.
- Un dólar con diez centavos -contestó Tere,apenas audible - Y ese es todo el dinero
que tengo, pero puedo conseguir más si es necesrio.
- Bueno, que coincidencia -sonrió el hombre- Un dólar y once centavos es el precio exacto
de un milagro para los hermanitos.

El tomó el dinero en sus manos y con la otra sostuvo su manita enguantada y dijo:
- Lleváme a donde vives. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas.

Ese hombre bien vestido era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano especializado en neuro-cirugía.
La operacion fue completamente gratis y sin cargo alguno por su estancia en el hospital, hasta que Andrés regreso sano a casa.

Mami y papi comentaron felices de la cadena de eventos que les trajo a todo
esto.
- Esa ciruíga - susurraba su madre -fue un milagro real. Ya me imagino cuanto podría costar.

Tere sonrió. Ella sabía exactamente cuanto cuesta un milagro. . . un dólar con once centavos. . . más la FE de una chiquilla.


En nuestras vidas nunca sabemos cuantos milagros vamos a necesitar.

UN MILAGRO NO ES LA SUSPENCIÓN DE UNA LEY NATURAL SINO LA IMPLEMENTACIÓN DE UNA LEY SUPERIOR.